Archivo por meses: septiembre 2020

11 EL NACIMIENTO DE JESÚS


Enlazamos las Catequizis que ha preparado Juan Manuel Cotelo en su canal de YouTube, añadiéndoles unas preguntas del catecismo para memorizar, unas oraciones y algunas citas bíblicas que ayuden a asimilar el contenido de las Catequizis y ayudar así a la preparación de los niños para hacer su Primera Comunión.

CATEQUIZIS 11

Dios vino a la Tierra para ayudarnos a portarnos bien. ¡Se hizo hombre! ¡Eso es lo que celebramos en Navidad!

SINTETIZA:

15. ¿Qué es la Revelación de Dios?

La Revelación de Dios es la comunicación que Dios ha hecho de sí mismo y de sus designios de salvación en favor de todos los hombres para llevarlos a la comunión de vida y amor con él.

16. ¿Cómo se ha revelado Dios?

Dios se ha revelado interviniendo, con obras y palabras, en la historia del pueblo de Israel y, por último a través de Jesucristo, que es la plenitud de toda la comunicación de Dios.

16 a) ¿Cuándo terminó la revelación? 

La revelación terminó con Jesucristo: Dios envió a su Hijo para salvar al hombre y comunicar su palabra definitiva, de forma que ya no habrá otra revelación después de Él.

44. ¿Quién es Jesucristo?

Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre, que nació de la Virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo. Es verdadero Dios y verdadero hombre.

45. ¿Qué significa que el Hijo de Dios se encarnó?

Que el Hijo de Dios se encarnó significa que el Hijo único y eterno de Dios, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre débil y mortal, igual en todo a nosotros, menos en el pecado.

50. ¿Por qué llamamos Maestro a Jesús?

Llamamos Maestro a Jesús, porque Él nos enseña a amar Dios y al prójimo.

47. ¿Quién es la Virgen María?

La Virgen María es la Madre de Jesús y Madre nuestra, concebida sin pecado original, que está en el Cielo en cuerpo y alma.

52. ¿Qué nos enseñan los Evangelios sobre la infancia de Jesús?

Los Evangelios nos enseñan que Jesús nació en Belén y vivió en Nazaret con María y José. Junto a ellos, creció en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres.


LEE, MEDITA Y COMENTA:

Lc 1
Hb 1,1-5
Mt 16,13-17
Lc 9,18-20
Lc 1,26-38
Lc 2,1-20
Mt 1,18-2,23


10 PROFETAS FÚTBOL CLUB


Enlazamos las Catequizis que ha preparado Juan Manuel Cotelo en su canal de YouTube, añadiéndoles unas preguntas del catecismo para memorizar, unas oraciones y algunas citas bíblicas que ayuden a asimilar el contenido de las Catequizis y ayudar así a la preparación de los niños para hacer su Primera Comunión.

CATEQUIZIS 10

Una selección de Profetas seleccionados por Dios, anuncian sus mensajes. ¡Dicen que pronto van a contar en su equipo, con el mejor fichaje de la Historia!

LEE, MEDITA Y COMENTA:

Hb 1,1ss


27 de septiembre de 2020: DOMINGO XXVI ORDINARIO “A”


 

 «Se entra en el Reino por la acogida y el seguimiento de Jesús»

 
Ez 18,25-28: «Cuando el malvado se convierta de su maldad, salvará su vida«
Sal 24, 4-9: «Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna»
Flp 2,1-11: «Tengan entre ustedes los sentimientos de una vida en Cristo Jesús«

Mt 21,28-32: «Los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera en el Reino de Dios«

I. LA PALABRA DE DIOS

Como tantas veces, hoy Jesús arremete contra los fariseos, también contra ese fariseo que hay dentro de cada uno de nosotros: «Los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera en el camino del Reino de Dios».

Los fariseos no se convirtieron ante la predicación de Jesús porque se creían buenos, porque «cumplían» con la Ley, y así se sentían justificados; por eso no necesitaban de Jesucristo. También es ese nuestro peligro: creernos buenos, sentirnos satisfechos de nosotros mismos, cuando la realidad es que probablemente estamos muy lejos de ser lo que Dios quiere que seamos. Hemos de huir como de la peste de pensar que ya hemos hecho bastante. El amor a Dios y a los hermanos no conoce límites y el que ha entrado por los caminos del Reino reconoce que tiene un trayecto inmenso por recorrer, tan amplio como la inmensidad de Dios.

Lo que Jesús alaba en los publicanos y las prostitutas no son sus pecados, claro, sino que han sabido reconocer sus pecados y cambiar realmente, para entregarse del todo a Dios. En cambio, el fariseo, al creerse bueno, se queda encerrado en su mezquindad sin recibir a Cristo. Todos tenemos el peligro de quedarnos en las buenas palabras –como el segundo hijo de la parábola–, sin entregarnos en realidad al amor del Padre y a su voluntad, y rechazando en el fondo a Cristo.

La parábola censura al que dice y no hace; y alaba, en cambio, al que se arrepiente de haber dicho que no a Dios y termina haciendo lo que Él quiere. Esto es: aceptar y seguir al Enviado, al Hijo.

El mensaje de este domingo invita a los cristianos a vivir conforme a su identidad en el seguimiento de Jesucristo: alcanzar los sentimientos, las actitudes y las costumbres propias de la vida en Cristo.

II. LA FE DE LA IGLESIA

Los dos caminos
(1696, 2055)

La parábola evangélica de los dos caminos está siempre presente en la catequesis de la Iglesia. Significa la importancia de las decisiones morales para nuestra salvación. Hay dos caminos, el uno de la vida, el otro de la muerte; pero entre los dos, una gran diferencia. El camino de Cristo «lleva a la vida», un camino contrario «lleva a la perdición».

Decir y hacer es unirse a Jesús y seguir el camino de los Mandamientos, sintetizado en el doble precepto del amor. «Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?… Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». Cuando le hacen a Jesús la pregunta sobre «¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?» Jesús responde: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón… El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas». El Decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad, plenitud de la Ley.

Sobre el Decálogo
(2056 — 2063)

La palabra «Decálogo» significa literalmente «diez palabras» (Ex 34,28; Dt 4,13; 10,4). Estas «diez palabras» Dios las reveló a su pueblo en la montaña santa. Las escribió «con su Dedo» (Ex 31,18; Dt 5,22), a diferencia de los otros preceptos escritos por Moisés. Constituyen palabras de Dios en un sentido eminente. Son trasmitidas en los libros del Éxodo y del Deuteronomio. Ya en el Antiguo Testamento, los libros santos hablan de las «diez palabras»; pero es en la Nueva Alianza en Jesucristo donde será revelado su pleno sentido.

Las «diez palabras», bien sean formuladas como preceptos negativos, prohibiciones, o bien como mandamientos positivos (como «honra a tu padre y a tu madre»), indican las condiciones de una vida liberada de la esclavitud del pecado. El Decálogo es un camino de vida.

Las «diez palabras» resumen y proclaman la ley de Dios. Las «diez palabras» son pronunciadas por Dios. Pertenecen a la revelación que Dios hace de sí mismo y de su gloria. El don de los mandamientos es don de Dios y de su santa voluntad. Dando a conocer su voluntad, Dios se revela a su pueblo.

Los mandamientos expresan las implicaciones de la pertenencia a Dios instituida por la Alianza. La existencia moral es respuesta a la iniciativa amorosa del Señor. Es reconocimiento, homenaje a Dios y culto de acción de gracias. Es cooperación al plan que Dios realiza en la historia.

El Decálogo en la Tradición de la Iglesia
(2064 — 2069)

Fiel a la Escritura y siguiendo el ejemplo de Jesús, la Tradición de la Iglesia ha reconocido en el Decálogo una importancia y una significación primordiales.

Desde S. Agustín, los «diez mandamientos» ocupan un lugar preponderante en la catequesis de los futuros bautizados y de los fieles. En el siglo quince se tomó la costumbre de expresar los preceptos del Decálogo en fórmulas rimadas, fáciles de memorizar, y positivas. Estas fórmulas están todavía en uso hoy. Los catecismos de la Iglesia han expuesto con frecuencia la moral cristiana siguiendo el orden de los «diez mandamientos».

La división y numeración de los mandamientos ha variado en el curso de la historia. El Catecismo de la Iglesia sigue la división de los mandamientos establecida por San Agustín y que se hizo tradicional en la Iglesia católica. Es también la de las confesiones luteranas.

El Concilio de Trento enseña que los diez Mandamientos obligan a los cristianos y que el hombre justificado está también obligado a observarlos. Y el Concilio Vaticano II  afirma: «Los obispos, como sucesores de los apóstoles, reciben del Señor la misión de enseñar a todos los pueblos y de predicar el Evangelio a todo el mundo para que todos los hombres, por la fe, el bautismo y el cumplimiento de los mandamientos, consigan la salvación».

Los diez mandamientos enuncian las exigencias del amor de Dios y del prójimo. Los tres primeros se refieren más al amor de Dios y los otros siete más al amor del prójimo. Así como la caridad comprende dos preceptos, en los que el Señor condensa toda la Ley y los Profetas, así los diez mandamientos se dividen en dos tablas.

El Decálogo forma un todo indisociable. Cada una de las «diez palabras» remite a cada una de las demás y al conjunto; se condicionan recíprocamente. Las dos tablas se iluminan mutuamente; forman una unidad orgánica. Transgredir un mandamiento es quebrantar todos los otros. No se puede honrar a otro sin bendecir a Dios su Creador. No se podría adorar a Dios sin amar a todos los hombres, sus criaturas. El Decálogo unifica la vida teologal y la vida social del hombre.

III. EL TESTIMONIO CRISTIANO

«El Señor prescribió el amor a Dios y enseñó la justicia para con el prójimo a fin de que el hombre no fuese ni injusto, ni indigno de Dios. Así, por el Decálogo, Dios preparaba al hombre para ser su amigo y tener un solo corazón con su prójimo…Las palabras del Decálogo persisten también entre nosotros. Lejos de ser abolidas, han recibido amplificación y desarrollo por el hecho de la venida del Señor en la carne» (S. Ireneo).

IV. LA ORACIÓN DEL CRISTIANO

Sólo desde el amor
la libertad germina,
sólo desde la fe
van creciéndole alas.

Desde el cimiento mismo
del corazón despierto,
desde la fuente clara
de las verdades últimas.

Ver al hombre y al mundo
con la mirada limpia
y el corazón cercano,
desde el solar del alma.

Tarea y aventura:
entregarme del todo,
ofrecer lo que llevo,
gozo y misericordia.

Aceite derramado
para que el carro ruede
sin quejas egoístas,
chirriando desajustes.

Soñar, amar, servir,
y esperar que me llames,
tú, Señor, que me miras,
tú que sabes mi nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo. 

Amén.