¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?
(1Cor 6,19-20)
Él habita en vosotros
porque lo habéis recibido de Dios.
No os poseéis en propiedad,
porque os han comprado pagando un precio por vosotros.
Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!
«Reconoce, oh cristiano tu dignidad,
San León Magno
y, una vez que te has hecho
participante de la naturaleza divina,
ten cuidado de no retornar a tu bajeza anterior
por una conducta indigna»
La castidad y el pudor 1
Verdades silenciadas
La castidad cristiana es una virtud sobrenatural que modera en la caridad la tendencia sexual, tanto en lo afectivo como en lo físico. Ella suscita el pudor, «la prudencia de la castidad».
Los paganos viven sin mayores problemas de conciencia el impudor y la lujuria, el divorcio, la poligamia, la sodomía, el aborto y el adulterio. Ya San Pablo, cuando describe las miserias del paganismo antiguo, enumera ampliamente estas maldades, señalando que «no solo las hacen, sino que aplauden a quienes las hacen» (Rm 1,18-32).
El cristianismo es en la historia de la humanidad la primera fuerza espiritual que introduce en los distintos pueblos y culturas del mundo la buena nueva del pudor, la castidad y la monogamia. Cristo y su Iglesia consiguen este milagro histórico, por la comunicación del Espíritu Santo, «que renueva la faz de la tierra». Los cristianos, ciertamente, pecarán a veces contra esas virtudes, pero la reacción entonces de la Iglesia, no solo por la predicación sino incluso por la disciplina penitencial comunitaria, mantendrá siempre vivo el Evangelio del pudor y de la castidad.
Tanto los escritos de los santos Padres, como el testimonio de los historiadores de la Iglesia antigua, permiten afirmar sin exageración que el testimonio verbal y práctico de la castidad y del pudor fue una de las principales fuerzas evangelizadoras del mundo pagano greco-romano, que en gran medida ignoraba esas virtudes. Los cristianos, en su atuendo y arreglo personal, no se limitaban a no-escandalizar, sino que revelaban atractivamente a los paganos la belleza santa de su nueva condición de hombres divinizados por Cristo.
La revolución sexual mundana, en apostasía del cristianismo, quiere volver al paganismo que da culto al cuerpo, a la desnudez, al sexo. El impudor y la lujuria atacan hoy a la humanidad con una fuerza mayor de lo que se ha conocido antes en la historia. Con la ayuda decisiva de los modernos anticonceptivos, separa la sexualidad de la procreación, normaliza la lujuria en adolescentes, jóvenes y matrimonios, reduciendo la vida sexual al placer sensual. Fomenta la pornografía en todos los medios de comunicación, en las playas, en las modas, en diarios y revistas, en la televisión, en internet, incluso en la publicidad comercial. Con la base de estudios estadísticos ideologizados (Kinsey, Master and Johnson), promueve el divorcio exprés, la masturbación, la homosexualidad, la bisexualidad, como si lo malo fuera bueno al fundamentarse en la mayoría estadística, y obligando en las escuelas y colegios a difundir esas doctrinas. Desprecia la virginidad y también el matrimonio, destruyéndolo, pues lo equipara con cualquier forma de unión. Promueve, por el feminismo, un igualitarismo total entre las funciones sociales del hombre y de la mujer. Legaliza y financia la píldora postcoital y el aborto, haciendo a éste libre en la práctica. Reduce en grados extremos la nupcialidad y la natalidad. Esta invasión de pecado, aunque preparada en tiempos anteriores, se consuma en el último medio siglo.
El Nuevo Orden Mundial, que pretende eliminar hasta las menores huellas del Cristianismo, ya actúa desde los documentos publicados por la ONU en los años 60 y, con fuerza siempre creciente, a través de grandes conferencias y asambleas internacionales (Dacca 1964, Río de Janeiro 1992, Bucarest 1974, Carta de la Tierra 1993, El Cairo 1994, Pekín 1995 y tantas otras más), que van todas a dar en la anticoncepción y el aborto, el divorcio y la ideología de género. Han ido constituyéndose unos pretendidos “derechos sexuales y reproductivos”, “derecho a la autodeterminación de género”, “derecho a la diversidad de modelos de familias”, etc., también recogidos en la Agenda 2030, siempre a la contra del orden natural y cristiano creado por Dios.
Sigue leyendo
