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Encuentro con Cristo, de Esquerda Biffet


Nueva edición en Kindle del libro «Encuentro con Cristo» de D. Juan Esquerda Biffet.

https://compartirencristo.wordpress.com

Un libro muy útil para iniciarse en la oración.

PRESENTACIÓN

Hubo unos náufragos que a duras penas pudieron llegar a una isla desconocida. Sin ningún recurso a mano, hubieron de luchar a cuerpo limpio contra los salvajes, las fieras, el hambre…

En los momentos más difíciles, les llegaban socorros inesperados: armas, alimentos… Hasta descubrieron unas huellas humanas… Alguien les socorría. Pero ¿quién podía ser?

Algunos de aquellos náufragos se preocuparon de buscar al bienhechor que tan milagrosamente les salvaba; otros se quedaron tan tranquilos disfrutando de los beneficios. Hasta algunos… se permitieron dudar del bienhechor e insultar a quienes los buscaban…

Esto ocurre en tu vida. Lo que aquí te presento no es un libro o socorro inesperado, sino a la misma persona que se cruza constantemente en tu vida cotidiana. No pongo algo en tus manos, sino a alguien, cuyas huellas están en cada palabra del evangelio: Jesucristo; él mismo en persona se esconde tras sus propias huellas.

Jesucristo, aunque te viera perdido o extraviado, nunca pudo apartar de su pensamiento y de su corazón tu figura, tus preocupaciones, tu vida y circunstancias. Tú eras, y eres, para él, alguien. “Antes de la creación del mundo”, trazó Dios el plano de tu vivir y el mapa de tu ruta, en Cristo. Jesucristo sigue asistiéndote en cada momento de tu existir…

Pero… Cristo para ti todavía no es alguien, no es una realidad viviente. Disfrutas de sus beneficios, pero… ¡tienes tantas cosas que hacer! Y una de tantas cosas… Perdona, pero para Jesucristo tú no eras, ni eres, una de tantas cosas.

Cuando hayas aprendido a saborear el evangelio, encontrando en él a Cristo, te habrás encontrado a ti mismo en Cristo. ¡Habías estado junto a él, lo habías buscado todos los segundos de tu vida, sin saberlo! Y dirás con san Agustín: “¡Oh hermosura siempre nueva y siempre antigua, cuán tarde te conocí!”. Y oirás con santa Teresa: “Alma, buscarte has en mí, y a mí buscarme has en ti”.

¿Para quién es este librito?

Dijo Jesús: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños” (Mt 11,25). Para ti es este manojo de palabras de Cristo… si tienes alma de niño, evangélica, joven en la esperanza y en la generosidad.

¿Para qué son estas páginas?

Para que en medio de este mundo sin equilibrio, que desconoce el optimismo y la esperanza, sepas vivir con Cristo y ver todas las cosas centradas en aquel que es fundamento de nuestra esperanza. Entonces descubrirás que el mundo es muy hermoso. Entonces irradiarás a Cristo en tu ambiente, allí donde Cristo te llama.

Son pecados graves las uniones y prácticas homosexuales y otras fuera del matrimonio


Doctrina católica

Son pecados graves
las uniones y prácticas homosexuales
y otras fuera del matrimonio.

El acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio;
fuera de éste
constituye siempre un pecado grave

y excluye de la comunión sacramental.

SAGRADA ESCRITURA

ANTIGUO TESTAMENTO

Gn 19,1-19

El pecado de los sodomitas.

Lv 18,22: 

“No te acostarás con varón como con mujer; es abominación».

Lv 20,13: 

“Si alguien se acuesta con varón como se hace con mujer, ambos han cometido abominación: morirán sin remedio; su sangre caerá sobre ellos».

NUEVO TESTAMENTO

1 Cor 6, 9-10: 

«…Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados (malakoí), ni los homosexuales (arsenokoítai)… heredarán el Reino de Dios».

1 Tim 1, 9-11:

«Teniendo bien presente que la ley no ha sido instituida para el justo, sino para los prevaricadores y rebeldes, para los impíos y pecadores,…, adúlteros, homosexuales (arsenokoítai), traficantes de seres humanos,…».

Rom 1, 26-27:

«Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío».

Ef. 5, 1-7:

En cuanto a la fornicación y cualquier género de impureza o avaricia, que ni se nombren entre vosotros, como conviene a santos: ni palabras torpes, ni groserías, ni truhanerías, que desdicen de vosotros, sino más bien acción de gracias. Pues habéis de saber que ningún fornicario, o impuro, o avaro, que es como adorador de ídolos, tendrá parte en la heredad del reino de Cristo y de Dios».

Gál. 5, 19-23:

«Ahora bien, las obras de la carne son manifiestas, a saber: fornicación, impureza, lascivia, idolatría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, ambiciones, disensiones, facciones, envidias, embriagueces, orgías y otras como éstas, de las cuales os prevengo, como antes lo hice, que quienes tales cosas hacen no heredarán el reino de Dios.

Ap. 21,8:

«El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes, incrédulos, depravados, asesinos, fornicarios, supersticiosos, idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda».

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

2353 La fornicación es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio. Es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los esposos, así como a la generación y educación de los hijos. Además, es un escándalo grave cuando hay de por medio corrupción de menores.

2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.

2380 El adulterio. Esta palabra designa la infidelidad conyugal. Cuando un hombre y una mujer, de los cuales al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque ocasional, cometen un adulterio. Cristo condena incluso el deseo del adulterio (cf Mt 5, 27-28). El sexto mandamiento y el Nuevo Testamento prohíben absolutamente el adulterio (cf Mt 5, 32; 19, 6; Mc 10, 11; 1 Co 6, 9-10). Los profetas denuncian su gravedad; ven en el adulterio la imagen del pecado de idolatría (cf Os 2, 7; Jr 5, 7; 13, 27).

2381 El adulterio es una injusticia. El que lo comete falta a sus compromisos. Lesiona el signo de la Alianza que es el vínculo matrimonial. Quebranta el derecho del otro cónyuge y atenta contra la institución del matrimonio, violando el contrato que le da origen. Compromete el bien de la generación humana y de los hijos, que necesitan la unión estable de los padres.

2382 El Señor Jesús insiste en la intención original del Creador que quería un matrimonio indisoluble (cf Mt 5, 31-32; 19, 3-9; Mc 10, 9; Lc 16, 18; 1 Co 7, 10-11), y deroga la tolerancia que se había introducido en la ley antigua (cf Mt 19, 7-9).

Entre bautizados, “el matrimonio rato y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano ni por ninguna causa fuera de la muerte” (CIC can. 1141).

2383 La separación de los esposos con permanencia del vínculo matrimonial puede ser legítima en ciertos casos previstos por el Derecho Canónico (cf CIC can. 1151-1155).

Si el divorcio civil representa la única manera posible de asegurar ciertos derechos legítimos, el cuidado de los hijos o la defensa del patrimonio, puede ser tolerado sin constituir una falta moral.

2384 El divorcio es una ofensa grave a la ley natural. Pretende romper el contrato, aceptado libremente por los esposos, de vivir juntos hasta la muerte. El divorcio atenta contra la Alianza de salvación de la cual el matrimonio sacramental es un signo. El hecho de contraer una nueva unión, aunque reconocida por la ley civil, aumenta la gravedad de la ruptura: el cónyuge casado de nuevo se halla entonces en situación de adulterio público y permanente:

«No es lícito al varón, una vez separado de su esposa, tomar otra; ni a una mujer repudiada por su marido, ser tomada por otro como esposa» (San Basilio Magno, Moralia, regula 73).

2385 El divorcio adquiere también su carácter inmoral a causa del desorden que introduce en la célula familiar y en la sociedad. Este desorden entraña daños graves: para el cónyuge, que se ve abandonado; para los hijos, traumatizados por la separación de los padres, y a menudo viviendo en tensión a causa de sus padres; por su efecto contagioso, que hace de él una verdadera plaga social.

2386 Puede ocurrir que uno de los cónyuges sea la víctima inocente del divorcio dictado en conformidad con la ley civil; entonces no contradice el precepto moral. Existe una diferencia considerable entre el cónyuge que se ha esforzado con sinceridad por ser fiel al sacramento del Matrimonio y se ve injustamente abandonado y el que, por una falta grave de su parte, destruye un matrimonio canónicamente válido (cf FC 84).

2390 Hay unión libre cuando el hombre y la mujer se niegan a dar forma jurídica y pública a una unión que implica la intimidad sexual.

La expresión en sí misma es engañosa: ¿qué puede significar una unión en la que las personas no se comprometen entre sí y testimonian con ello una falta de confianza en el otro, en sí mismo, o en el porvenir?

Esta expresión abarca situaciones distintas: concubinato, rechazo del matrimonio en cuanto tal, incapacidad de unirse mediante compromisos a largo plazo (cf FC 81). Todas estas situaciones ofenden la dignidad del matrimonio; destruyen la idea misma de la familia; debilitan el sentido de la fidelidad. Son contrarias a la ley moral: el acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio; fuera de éste constituye siempre un pecado grave y excluye de la comunión sacramental.

2391 No pocos postulan hoy una especie de “unión a prueba” cuando existe intención de casarse. Cualquiera que sea la firmeza del propósito de los que se comprometen en relaciones sexuales prematuras, éstas “no garantizan que la sinceridad y la fidelidad de la relación interpersonal entre un hombre y una mujer queden aseguradas, y sobre todo protegidas, contra los vaivenes y las veleidades de las pasiones” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 7). La unión carnal sólo es moralmente legítima cuando se ha instaurado una comunidad de vida definitiva entre el hombre y la mujer. El amor humano no tolera la “prueba”. Exige un don total y definitivo de las personas entre sí (cf FC 80).

2400 El adulterio y el divorcio, la poligamia y la unión libre son ofensas graves a la dignidad del matrimonio.

2396 Entre los pecados gravemente contrarios a la castidad se deben citar la masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales.

P. Antonio Diufaín Mora

adiufain@me.com 

antoniodiufain.com 

¿Cómo podemos ayudar a nuestros difuntos?


SUFRAGIOS, la memoria provechosa para nuestros difuntos

La oración por los difuntos

Orar por los difuntos es una obra de misericordia y un acto de justicia y caridad. ¿Quién no siente la necesidad de hacer llegar a los propios seres queridos que ya se fueron un signo de bondad, de gratitud o también de petición de perdón? Una convicción fundamental del cristianismo de todos los siglos, y que sigue siendo también hoy una experiencia consoladora, es que el amor puede llegar hasta el más allá; que es posible un recíproco dar y recibir, en el que estamos unidos unos con otros con vínculos de afecto, más allá del confín de la muerte.

El cristiano no está solo en su camino de conversión. En Cristo y por medio de Cristo la vida del cristiano está unida con un vínculo misterioso a la vida de todos los demás cristianos en la unidad sobrenatural del Cuerpo místico. Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles sino que también hace eficaz su intercesión en nuestro favor. «No dudemos, pues,  en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos» (San Juan Crisóstomo).

La Iglesia vive la comunión de los Santos. En la Eucaristía esta comunión, que es don de Dios, actúa como unión espiritual que nos une a los creyentes con los Santos y los Beatos, cuyo número es incalculable (Cf. Ap 7,4). Su santidad viene en ayuda de nuestra fragilidad, y así la Madre Iglesia es capaz con su oración y su vida de encontrar la debilidad de unos con la santidad de otros.

La mejor ayuda a nuestros difuntos:
Misas e indulgencias

Dado que nadie conoce el estado en que una persona muere, la Iglesia celeste y la que peregrina en el mundo interceden por los difuntos para que alcancen la perfección necesaria para ver a Dios. La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de la comunión de todo el Cuerpo místico de Jesucristo, siempre ha honrado la memoria de los difuntos y ha enseñado que, por el misterio de la comunión de los santos, podemos ayudar a nuestros difuntos —las almas del Purgatorio—, pues después de la muerte ya no pueden merecer para sí mismos, mediante la oración, las limosnas, los sacrificios y obras de penitencia, las indulgencias en su favor y especialmente ofreciendo por ellos la Santa Misa pidiendo por el perdón de sus pecados y su eterno descanso, y agradeciendo los beneficios que recibieron en vida, «pues es una idea santa y provechosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados» (Cf. 2 M 12, 45). De este modo, se establece entre los fieles un maravilloso intercambio de bienes espirituales, por el cual la santidad de uno beneficia a los otros, mucho más que el daño que su pecado les haya podido causar. El cristiano no teme el trance de la muerte ni la purificación que viene tras ella, pues es obra del amor de Dios que perfecciona a su criatura.

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