“Eché raíces en un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad”
Eclo 24,1-4.8-12: “La sabiduría de Dios habitó en el pueblo escogido”
Sal 147: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”
Ef 1,3-6.15-18: “Él nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus hijos”
Jn 1,1-18: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”
I. LA PALABRA DE DIOS
La primera lectura presenta la sabiduría personificada y hablando de sí misma. Al igual que toda la creación fue obra de la Palabra, también lo fue la Sabiduría. La Sabiduría se identifica con la palabra creadora de Dios y con su espíritu que aleteaba sobre el caos primordial, descrito en los primeros versículos del Génesis. Este pasaje es como un anuncio profético de la Encarnación de Dios Hijo, que asumió una naturaleza humana creada, en el seno de María. Por ello, uno de los títulos de María es «sede de la sabiduría».
El Evangelio comienza revelando la divinidad de Jesucristo, que es el Verbo, la Palabra eterna de Dios. «El Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios», este versículo revela la doctrina de la Trinidad, es decir, el Verbo, que es Dios Hijo, es consustancial a Dios Padre, pero diferente de Él, dada su condición de Hijo. «Por medio de él se hizo todo», Dios lo creó todo a través del Verbo, que es Cristo, y se da a conocer a través de la creación, que aunque se atribuye a Dios Padre, es obra de toda la Trinidad. «Y el Verbo de hizo carne y habitó entre nosotros», aquí se describe el misterio de la Encarnación. Jesucristo es Dios Hijo que se ha hecho hombre. Él es una Persona divina que posee dos naturalezas y dos voluntades, humana y divina. «De su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia», Cristo, que posee la plenitud del Espíritu Santo, derrama las gracias necesarias para la santificación y la salvación sobre los que le reciben.
«Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió», aquí aparece la lucha entre el bien y el mal. Este drama existió durante toda la vida terrena de Jesús y continúa en la Iglesia. La «tiniebla» es el reino malo, satánico, en el que los hombres, si libremente se oponen a Cristo-Luz, pueden entrar; no hay zona neutral, ni tierra de nadie: o somos de la luz o somos de las tinieblas. Pero la luz puede triunfar sobre las tinieblas. Nada tiene que ser definitivamente oscuridad, porque ésta puede ser vencida desde Cristo. Su victoria sobre el pecado ha hecho posible el bien en el mundo.
II. LA FE DE LA IGLESIA
La creación
(285 — 286)
Desde sus comienzos, la fe cristiana se ha visto confrontada por respuestas distintas de las suyas sobre la cuestión de los orígenes. Así, en las religiones y culturas antiguas encontramos numerosos mitos referentes a los orígenes. Algunos filósofos han dicho que todo es Dios, que el mundo es Dios, o que el devenir del mundo es el devenir de Dios (panteísmo); otros han dicho que el mundo es una emanación necesaria de Dios, que brota de esta fuente y retorna a ella; otros han afirmado incluso la existencia de dos principios eternos, el Bien y el Mal, la Luz y las Tinieblas, en lucha permanente (dualismo, maniqueísmo); según algunas de estas concepciones, el mundo (al menos el mundo material) sería malo, producto de una caída, y por tanto que se ha de rechazar y superar (gnosis); otros admiten que el mundo ha sido hecho por Dios, pero a la manera de un relojero que, una vez hecho, lo habría abandonado a él mismo (deísmo); otros, finalmente, no aceptan ningún origen transcendente del mundo, sino que ven en él el puro juego de una materia que ha existido siempre (materialismo). Todas estas tentativas dan testimonio de la permanencia y de la universalidad de la cuestión de los orígenes. Esta búsqueda es inherente al hombre.
La existencia de Dios Creador puede ser conocida con certeza por sus obras gracias a la luz de la razón humana, aunque este conocimiento es con frecuencia oscurecido y desfigurado por el error. Por eso la fe viene a confirmar y a esclarecer la razón para la justa inteligencia de esta verdad: Por la fe, sabemos que el universo fue formado por la palabra de Dios.
La oposición de las tinieblas a la luz
(529, 530)
La Presentación de Jesús en el Templo lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor. Con Simeón y Ana, toda la expectación de Israel es la que viene al Encuentro de su Salvador. Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, «luz de las naciones» y «gloria de Israel», pero también «signo de contradicción». La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado «ante todos los pueblos».
La Huida a Egipto y la matanza de los inocentes manifiestan la oposición de las tinieblas a la luz: «Vino a su Casa, y los suyos no lo recibieron». Toda la vida de Cristo estará bajo el signo de la persecución. Los suyos la comparten con él. Su vuelta de Egipto recuerda el éxodo y presenta a Jesús como el liberador definitivo.
III. EL TESTIMONIO CRISTIANO
“Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, era necesario que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla, ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado?” (San Gregorio de Nisa).
IV. LA ORACIÓN CRISTIANA
Oh Jesucristo, Redentor de todos,
Que antes de que la luz resplandeciera
Naciste de tu Padre soberano
Con gloria semejante a la paterna:
Tú que eres luz y resplandor del Padre
Y perpetua esperanza de los hombres,
Escucha las palabras que tus siervos
Elevan hasta Ti de todo el orbe.
Oh Creador de todo lo creado,
Acuérdate del día en que este suelo
Te vió nacer del vientre de la Virgen
Vestido con un cuerpo igual al nuestro.
Hoy es el día en que conmemoramos
El hecho portentoso de aquel día,
Cuando dejando el seno de tu Padre
Viniste a darnos la salud perdida.
La tierra, el mar, el cielo y cuanto existe
Bajo la muchedumbre de sus astros
Rinden tributo con un canto nuevo
A quien la nueva salvación nos trajo.
Gloria sea al divino Jesucristo,
Que nació de tan puro y casto seno,
Y gloria igual al Padre y al Espíritu
Por infinitos e infinitos tiempos.
y nosotros, los hombres, los que fuimos
Lavados con tu sangre sacratísima,
Celebramos también con nuestros cantos
Y nuestras alabanzas tu venida.
Amén
Recibimos en estos dias muchas felicitaciones: De Navidad, del Nuevo año 2022, y podemos resumirlas todas con un solo sentido: » FELIZ VIDA,» la terrena y la definitiva y sobrenatural, pero acompañada siempre de la Gracia de Dios, sin ella es imposible cumplir este deseo.
Me gustaMe gusta